En el Renacimiento, el gran arquitecto sienés Baldassarre Peruzzi le dio su forma actual: una poderosa fortaleza militar y un luminoso palacio noble... #tuttitaly
En las colinas de Alta Sabina se alza Rocca Sinibalda, de 552 m de altura, entre el verde de los bosques y el valle por donde discurre el río Turano.
La historia de este imponente castillo que domina el cerro sobre el que se asienta comienza en 1084, año en el que se menciona por primera vez en una escritura de donación a favor del abad de Farfa; y el propósito de su construcción es proteger a la población Rocchigiana de los ataques enemigos.
La conformación inicial de la fortaleza era muy diferente a la que podemos observar hoy. En la primera mitad del siglo XVI, el Papa Clemente VII encomendó al cardenal Alessandro Cesarini la tarea de encargarse del mantenimiento del castillo. Este último pensó en intervenir la estructura de la fortaleza para transformarla también en una casa señorial. Luego le pidió al arquitecto sienés Baldassarre Peruzzi que redactara los planos de la renovación. Las obras comenzaron en 1532 y, tras la muerte del arquitecto, fueron completadas por otros artistas.
Estos debieron modificar parcialmente el proyecto original, debido a que la roca sobre la que descansaba la fortaleza no permitía moverse con libertad y respetar el diseño de Peruzzi, por lo que debieron adaptar el proyecto a la orografía del cerro.
La fortaleza adquirió exteriormente un aspecto austero, con planta en forma de águila, dos torres con un macho saliente y muros escarpados. Internamente, era una elegante residencia renacentista con apartamentos y salones pintados al fresco.
Las pinturas tenían como tema principal el tomado de las metamorfosis de Ovidio.
El castillo fue reabierto al público en 2014 después de una larga restauración. Los salones, los patios subterráneos y los jardines dan la bienvenida a los visitantes durante todo el año. En algunas de las más de 100 salas hay colecciones de máscaras y tótems africanos que, junto a los frescos del siglo XVI, desarrollan el tema de la metamorfosis.
El Castillo esconde un ventisquero de 7 m de profundidad, para garantizar nieve y hielo a los castellanos durante los meses de verano; una piscina, también utilizada en la década de 1960 por Peggy Guggenheim y el Living Theatre, y un pequeño anfiteatro.
El camino exterior ofrece la oportunidad de caminar por el perímetro del Castillo disfrutando del maravilloso panorama del Valle de Turano.
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