La Iglesia fue elevada a Catedral sólo en 1844 cuando la diócesis fue trasladada de Sovana a Pitigliano y fue dedicada a los Santos Pedro y Pablo. La fachada tiene el típico aspecto barroco y es el resultado de las obras de renovación realizadas en el siglo XVIII... #tuttitaly
En Pitigliano, un pintoresco pueblo de la Toscana, se alza majestuosa la Iglesia dedicada a los Santos Pedro y Pablo, una joya arquitectónica cuya construcción data probablemente de 1276.
En 1845, la Iglesia fue elevada al rango de Catedral, un paso que contribuyó a su importancia histórica y cultural.
La imponente fachada de la Catedral se distingue por los cuatro grandes pilares que la sostienen y el portal central en travertino, adornado con delicados estucos del siglo XVIII.
A cada lado del portal se encuentran las estatuas de San Pedro y San Pablo.
El interior de la Catedral revela una riqueza artística excepcional, fruto de las remodelaciones que se realizaron principalmente entre los siglos XV y XVIII. Entre las obras de particular interés se encuentra la tela del siglo XIX que representa a San Pablo de la Cruz en predicación, así como dos estatuas colocadas a cada lado del altar mayor que simbolizan la Caridad y la Fe.
La bóveda está decorada con pinturas de los cuatro Evangelistas y la Cruz Gloriosa, mientras que las telas de Pietro Aldi, realizadas entre 1883 y 1885, narran historias significativas como la Predestinación del joven Ildebrando y el encuentro entre Enrique IV y el Papa Gregorio VII en Canossa.
Entre las nichos laterales, se pueden admirar obras de gran valor, como la estatua de San Gregorio VII y una pintura de la Sagrada Familia, creada por Francesca Ciacci a principios de 1900. Un elemento fascinante es el baptisterio de madera del 1700, finamente tallado con escenas del Bautismo de Jesús.
La Catedral de Pitigliano no es solo un lugar de culto, sino un auténtico museo de arte sagrado, capaz de cautivar a visitantes y devotos, ofreciendo un increíble testimonio de la historia religiosa y artística de la Toscana.
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